Cuando
un niño es muy revoltoso y está a punto de colmar nuestra paciencia,
es en ese instante cuando le decimos eso de "deja de dar la lata".
Esta expresión es más bien usada por nuestros abuelos y a día de hoy, aunque
parezca mentira, está llegando casi al desuso y sustituida por otras.
Lo cierto es que nuestros abuelos, y mayores, siempre
utilizan expresiones que tienen un incierto origen y más aún, son poseedoras de
alguna anécdota. ¿Cuál es el origen de la expresión "dar la lata"?
En el siglo XVII los soldados más veteranos y por ello más ancianos, ya retirados del servicio, solían visitar los despachos de sus superiores en busca de alguna compensación económica por todos los servicios prestados y las secuelas que estos le dejaron en sus ya ancianos cuerpos. Cuando visitaban dichos despachos, llevaban consigo una lata donde tenían guardados, con mucho mimo, los papeles que acreditaban todas sus hazañas y el buen servicio que habían prestado a su patria. De ahí el origen “dar la lata”, pues estos ancianos soldados tenían que recorrer muchos despachos (con su lata) para poder conseguir alguna pensión que les permitiese vivir en aquellos años tan inciertos.
Otra versión de la
historia, nos lleva hasta las antiguas cárceles españolas donde antiguamente no existían las condiciones de
salubridad de las que hoy podemos disfrutar en todas las instalaciones, pues
incluso en las casas no había cuarto de baño y es que era comunitario. En el siglo XVI, en las cárceles, los presidiarios compraban un licor hecho a base de las sobras de varios
vinos y que este licor se compraba por latas a muy bajo
precio, es
decir, la
unidad de medida que utilizaban era la lata. El inconveniente de este licor es que le provocaba una
gran borrachera a los presos y como consecuencia de ello, esto se traducía en
alboroto y grandes altercados, los cuales eran bastantes molestos para el resto
de presos y el personal de vigilancia.
Jesús Solís
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